viernes, 25 de julio de 2008

EL NIÑO REY. (¿QUIÉN LLEVA LA BATUTA?)

Juristas, psicoanalistas y psiquiatras no dejan de alarmarse ante el fenómeno del niño rey, tan frecuente hoy en día. "Veo a padres totalmente desesperados que acuden angustiados a mi consulta con pequeños de tres años que no pueden controlar. Cuando le pregunto a la criatura ¿Sabes por qué estás aquí?, la respuesta estalla: Porque no quieren hacer lo que yo quiero..." La anécdota la contó la psicoanalista Arlette Garih, del hospital Cochin-Port-Royal en París, en una conferencia organizada el pasado 4 de junio por el Comité Nacional de la Infancia que se titulaba El niño Rey o la perversión de los derechos del niño.
Es un tema de actualidad en un mundo donde adultos, jóvenes y menos jóvenes han desterrado el modelo educativo tradicional para entronizar el laisser-faire (dejar hacer). Han borrado la necesidad de poner límites estructurales a sus hijos y les han transformado en pequeños tiranos. Para esta psicoanalista, muchos padres han perdido el buen sentido y se sienten totalmente desorientados. "No digo que no a mi hijo porque si él no lo acepta no sé qué decirle", se oye con frecuencia en mi consulta.
"Las reglas de la educación han cambiado de tal manera en el último medio siglo que los adultos no saben ya a qué sistema referirse", analiza Marie de Chambure, jurista y madre de dos niños. "Inundados de informaciones diversas, es decir, contradictorias, sobre la educación, están desamparados. Muchos relatan jornadas arruinadas por conflictos permanentes a propósito de todo: comidas, paseos, noches...". La vida se vuelve imposible en casa y también fuera de ella, en la calle y en la escuela.
Se culpa al mayo del 68 y su rechazo de la autoridad, a un psicoanálisis mal digerido, a los divorcios precoces, a las familias monoparentales, a la televisión que difunde la búsqueda del placer inmediato, a la falta de tiempo de padres y madres, que apenas tienen ganas de conflictos cuando regresan a casa por la tarde. "Agobiados por la culpabilidad de no poder hacer muchas cosas, sufren también por no dedicar tiempo a los hijos y pierden confianza en sus capacidades educativas". Por su parte, el niño nota enseguida las carencias y se aprovecha de ellas para imponer su voluntad. "No pide, exige. Sus elecciones son ilimitadas y contradictorias. Los adultos están a su disposición".
Para la psiquiatra Maurie Bérengère de Chouly, "hablar del niño rey es hoy casi un pleonasmo". Recuerda la existencia de una fase de oposición normal entre los dos y tres años de edad, correspondiente a la aparición de la consciencia de sí, durante la cual el niño va a querer imponer sus deseos; pero añade que también existe en paralelo la consciencia de los otros y en particular de los padres y educadores, que pueden poner o no límites a esta sensación de omnipotencia.
Pero ¿Cómo se pasa del niño rey al niño tirano? Por parte de los adultos, se dan errores de apreciación frente a la agresividad de su pequeño demonio, del tipo "sabe defenderse sólo" o "esto se le pasará con la edad". O por una tendencia a psicologizar estos comportamientos difíciles y a formular preceptos educativos demasiado generosos, o sea, laxos. "No le frustro porque no quiero que sea un desgraciado", se dice. "Estos padres evitan cualquier conflicto en un panorama de impotencia y capitulación".
Por parte de los niños, esta toma del poder adornada de cólera y de chantajes afectivos es seguida de una fase de mimos reparadores durante la cual intentan hacerse perdonar. Todo ello haciéndose regularmente las víctimas en cuanto alguien se opone a ellos.
Par la jurista Marie de Chambure, "educar a un niño tiene un precio que algunos adultos no quieren o no pueden pagar. Eso requiere tiempo, coraje y no sustraerse a los conflictos. Educar a un niño es también no dudar en contrariarle ni en saber afrontar su ira. "Es esencial que los padres reaprendan el valor de los límites y las prohibiciones".

Artículo literal publicado en DIARIO MÉDICO. "Recortes de prensa"; publicado a su vez en el periódico parisino: "LE FIGARO".

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